Sensaciones al final del día

¿Qué es lo que mueve a un ser humano a ponerse en las manos de otro ser humano para hablar de sus más íntimos problemas? Todos tenemos temor a ser juzgados y a pesar de ello algunas personas deciden exponerse a la fantasía de que alguien, un desconocido, les ponga en evidencia aquellas partes de sí mismos que durante toda la vida se han esforzado en ocultar.

Cuando alguien decide acercarse a una terapia, pienso con frecuencia, es porque el dolor interno debe ser muy grande. Buscar ayuda por uno mismo implica no poder tolerar en absoluto el dolor psíquico. Y no sólo hablo de depresión (que es algo que está de moda) sino también de sensación de desorganización total en la vida, de duelos que uno no se decida a hacer, de no poder dejar algo que sabemos que nos hace daño (sustancias, personas o costumbres), de descontentos con uno mismo y de seguramente una muy larga lista de casos adicionales.

Amigos que me leen, es muy difícil ver las partes feas de nosotros mismos. Que alguien nos diga que no dejamos tal o cual relación, a pesar de que nos causa un gran daño, porque una parte de nosotros mismos actúa por su cuenta y encuentra placer en el sufrir… ¡qué locura! Y sin embargo algo en nosotros lo sabe porque, además, gastamos una gran cantidad de tiempo y energía en ocultarlo.

La psicoterapia es un arte muy respetuoso de los momentos. Cada uno de nosotros tiene el momento en que es capaz de verse. Ese punto de quiebre, ese momento preciso que hay que esperar pacientemente para que al vernos lo aceptemos sin querer romper el espejo en el que nos estamos mirando o sin desear salir corriendo. Hay que esperar el momento en que seamos capaces de aceptar lo que vemos reflejado en la imagen del espejo. La imagen es la que propone el terapeuta quien es quien tiene que esperar el momento preciso.

Y, sin embargo, también sucede que algunas veces debemos poner límites de inmediato para no ser usados por la parte sufriente de la persona que nos busca. Imagínense qué sucedería
si un pedófilo o un frotista buscan nuestra ayuda. ¿Debemos denunciarlos o debemos ayudarlos? Ellos son conscientes de su perversidad pero no pueden evitarla. Son los casos en que debemos buscar alianza con la parte sana de la persona que desea curarse. En casos como esos debemos señalar los límites desde el inicio y no aceptar el inicio de un vínculo terapéutico hasta hacer compromisos que no sólo exijan estrategias para detenerse sino también la reparación de los daños causados e incluso, de ser necesario, someterse a la justicia. Como ven es una realidad muy compleja. En algunos casos se debe respetar el “timing” de la persona y en otros (cuando hay terceros afectados) debemos marcar los límites claramente desde el inicio.

Como ya insinué, estoy convencido que la psicoterapia, más que una ciencia, es un arte. Podremos dominar todas las técnicas, pero en el momento de la verdad, aquel momento en que uno está solo frente a su paciente, lo único que hará que la sinfonía resuene en los corazones será esa capacidad del ejecutante para salirse de lo rigurosamente establecido y proceder según su propio olfato.

Muchos piensan que los psicoanalistas vamos muy despacio. Que es una pérdida de dinero y tiempo. Claro que en esta época en que encontramos una pastilla para casi todo, todos esperan curarse en un dos por tres. Entonces ¿cómo vamos a entender que es difícil dejar rápidamente de lado costumbres que hemos arrastrado durante toda la vida? Decirle a una persona que no es necesario que esté buscando a cualquier precio el cariño de los demás no va a bastar para que deje de hacerlo. Desaprender aquello que aprendimos con gran esfuerzo, pero equivocadamente, de hecho toma un tiempo.

Para algunas personas el verse a sí mismo es el primer paso del cambio. Para otras es el primer paso de la autoaceptación. Si una persona es poco tolerante y es acusada por su pareja de ser muy agresiva en la forma de tratarlo, sin duda el aprender a verse y descubrirse a sí mismo en el momento en que actúa con intolerancia, se convierte en el primer gran paso para poder manejar su problema. Siempre pienso que es este trabajo no existe la magia. Algunas veces podemos tener la genialidad de poder decir algo que atraviese todas las defensas de alguien y genere un cambio inmediato al abrírsele los ojos de una manera diferente. Pero esto no siempre sucede así. Las más de las veces acompañaremos a las personas a aprender a verse a sí mismas con valentía, sin necesidad de culpar a los demás de los problemas que son de uno mismo. Es más, las acompañaremos a aprender a sorprenderse “in fraganti” y a poner un espacio en el momento adecuado. Un espacio en el que la angustia no sea capaz de ganar sino que se pueda dar lugar al pensar antes que al actuar.

Alguna vez alguien me contó que en la selva peruana los chamanes curaban porque veían a las personas como un todo. No separaban la enfermedad física o mental del crecimiento espiritual como ser humano. Pienso lo mismo de mi trabajo. No es posible que una persona deje el dolor atrás sin haber mejorado como persona, sin haber aprendido la tolerancia hacia sí mismo y hacia los demás, sin haber dejado las máscaras y armaduras que le impiden disfrutar de la vida.

Y, al final del día, créanme, uno termina preguntándose cuánto habrá podido ayudar a sus pacientes a que se encuentren a sí mismos y dejen el dolor. Amigos, el dolor no es bueno. Ser feliz por nosotros mismos es un derecho pero también una obligación. Recuérdenlo.

Comentarios

  1. Que cierto lo de la genialidad que atraviesa defensas. Al menos en mi caso me ayudas muchisimo. Te mando un fuerte abrazo, y si, esto de ser feliz es una obligacion asi que manos a la obra :D

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