Generación X

Acabo de atender a mi paciente, un joven de 28 años que podría ser cualquiera. No sé por qué tengo tantos problemas con esta generación. Muchos de estos jóvenes, por su edad (entre los 25 y 34 años) caben dentro de lo que yo llamo la Generación X Latinoamericana. Generación X les pusieron los sociólogos en Europa como hace 20 años, el mismo nombre suguiere que son como una incógnita.

Es una generación a la que me cuesta mucho trabajo acercarme, quizá porque yo provengo de aquella generación que andaba en la búsqueda de combatir sus vacíos afectivos llenándolos de utopías sociales y la entrega a los demás. La Generación X no busca llenarlos, se adapta a ellos; re-define el amor o el sexo, el compromiso o la pasión desde el vacío y lo más complicado, desde el silencio. Les es muy difícil hablar de lo que sienten y, por lo tanto, desarrollar su capacidad de disfrutar de espacios íntimos. La intimidad les incomoda tremendamente, prefieren volver a su privacidad, aún cuando ésta esté saturada de fantasías innecesarias.

La defensa de la individualidad es su bandera (lo que no está ni bien, ni mal), pero cargada de un egocentrismo a manera de escudo impenetrable que les protege. Cuando uno logra penetrar esas defensas, que no son muchas las veces, uno se encuentra con personas muy sensibles y bellas, pero que pronto se vuelven a vestir de sus armaduras.

Pienso en cómo las experiencias de la vida nos enseñan a usar determinadas defensas a las que nos acostumbramos y luego nos resultan en una neurosis ya que terminamos usándolas siempre por temor a cómo nos sentimos sin ellas. Una armadura puede ser muy útil en una palea entre caballeros medievales pero muy incómoda para abrazar, amar, comer, dormir o ir al baño. Sin embargo, muchas veces no queremos quitárnosla, como en el caso (pero no sólo de ellos) de estos muchachos.



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